Psicología & Psicoterapia

Dos claves de una familia que funciona

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Una familia funcional no es una familia perfecta. Ni siquiera es una familia en la que no hay problemas, discusiones o épocas de crisis. Por algo existe el dicho de que “en todas las familias cuecen habas”. En psicología hablamos de familias más o menos funcionales refiriéndonos básicamente a si una familia es un espacio seguro en el que las personas pueden ser ellas mismas y sus miembros se apoyan mutuamente. Decimos que una familia es funcional si puede cumplir con estas dos misiones principales:

  1. Permitir la individualidad de sus miembros
  2. Proporcionar un sentimiento profundo de pertenencia

Y esto, ¿qué rayos significa? Vamos por partes. En primer lugar, vamos a reflexionar acerca de qué significa esto de permitir la individualidad de sus miembros y proporcionar un sentimiento de pertenencia.

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  1. La familia funcional permite la individualidad de sus miembros: Todos nosotros somos únicos, particulares e irrepetibles desde que nacemos. Las familias sanas se relacionan entre sí con este principio, respetando que cada uno es único. Está permitido ser distinto, opinar, tener gustos diversos, aficiones que pueden ser no compartidas. En estas familias lo diferente no se percibe como peligroso ni amenazante y sus miembros se sienten a gusto compartiendo sus diferencias. Se permiten los cambios y no se establecen roles rígidos para cada uno de sus miembros, es decir, está permitido evolucionar y ser espontáneo. Por ejemplo:
    • Pedro, el hijo mayor siempre ha sido muy cariñoso. Cuando llega la adolescencia de repente parece que se vuelve más arisco y necesita más tiempo solo en su cuarto. No alarmarse con este cambio y permitir que Pedro pueda ir evolucionando como persona, es característico de una familia flexible y por tanto, sana.
    • Marta quiere mucho a sus padres y cuando consigue su primer trabajo, decide independizarse. Su hermana mayor que trabaja desde hace años, vive aún con sus padres. Frases del tipo: “¿Qué pasa que no estás a gusto en casa? ¿Qué te hemos hecho para que quieras salir huyendo?” son ejemplos de una familia rígida que asume que la separación como una amenaza y la culpabiliza.

see-you-again-1013687_19202. La familia funcional proporciona a sus miembros un sentimiento profundo de pertenencia: Logra que cada miembro se sienta una parte activa y necesaria del grupo familiar. Este sentimiento de pertenencia nos marca a la hora de situarnos frente al mundo. Cuando uno es parte de un grupo de personas que le valoran, le aceptan, le quieren y se preocupan por su bienestar, puede salir al mundo y afrontar su misión de cada día (estudiar, jugar, disfrutar con amigos, trabajar, aprender…) con la confianza de quien tiene un lugar seguro al que regresar.

Existen familias en las que se respeta que cada uno piense distinto y “haga su vida”, pero se descuidan las muestras de interés hacia el otro y se comparte poca vida en común. Cuando no existe la vivencia de intimidad familiar, de alguna manera sus miembros pueden acabar sintiendo que en realidad da igual si están o no están. Es decir, se raya la indiferencia.

Por tanto una familia que funciona logrará moverse más o menos equilibradamente entre estos dos polos. Cuando uno puede pertenecer con la libertad de ser quien es, desarrolla instintivamente destrezas como la capacidad de tomar decisiones, de ser asertivo y lo más importante, la confianza en sí mismo.

Como en casi todo en la vida, en el término medio está la clave. Pertenecer sin ahogar. Dejar libertad sin desatender.

 

 

 

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