Psicología & Psicoterapia

El primer paso para desarrollar la inteligencia emocional

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Desde hace unos años, doy clase a futuros empresarios e ingenieros. Son clases bonitas y diferentes centradas en el desarrollo personal, algo escondidas dentro de sus programas de estudio llenos de números, tablas de éxcel y fórmulas matemáticas.

No me importa nada que las consideren asignaturas “facilonas” a priori porque al final de curso, agradecen haber descubierto la utilidad de parar para ejercitar el otro lado del cerebro y llevarse herramientas tanto o más útiles para sus carreras (¡y sus vidas!) que mecánica o finanzas.

A las personas nos gusta y serena mucho dedicarnos tiempo a nosotros mismos y tengo la suerte de trabajar en una universidad que cree que no sólo de intelecto vive el hombre.

etiquetado emocional

Una de las primeras preguntas que les hago en clase (y te animo a que contestes ahora) es:

¿Cómo te sientes?

El 99% de las respuestas son:

  • Bien
  • Mal
  • Cansado/a
  • Agobiado/a
  • Tranquilo

Vale. Pero ahora vamos un poco más allá. Como en el Tabú, intenta expresar cómo te sientes sin utilizar esas palabras.

Si lo piensas bien las 5 anteriores no definen realmente nada.

  • Bien puede ser: Alegre, orgulloso, agradecido, en paz, calmado, activo, ilusionado…
  • Mal puede ser: Triste, furioso, angustiado, decepcionado, frustrada, aburrida, abrumado…
  • Cansado/a: Es compatible con las dos anteriores: Bien o mal.
  • Agobiado/a: A veces parece que hoy en día quien no está agobiado es que está haciendo algo mal. O su trabajo no es suficientemente importante, o sus estudios no son lo suficientemente exigentes y por tanto relevantes…
  • Tranquilo: Es verdad que uno puede reconocer que está profundamente tranquilo, pero en mi experiencia a veces decimos esto como lugar común, como si dijéramos “neutral, me da pereza pararme a pensar más”.

Les (y te) hago la pregunta por segunda vez: ¿Cómo te sientes? Intenta expresarlo con otras palabras. Te dejo una lista con diferentes emociones que pueden ayudarte:

PREOCUPACIÓN EXCITACIÓN ABURRIMIENTO MIEDO
MOLESTIA TRANQUILIDAD DESCONEXIÓN NERVIOSISMO
INDIGNACIÓN ORGULLO ALIVIO IRA
ASOMBRO AGOTAMIENTO TENSIÓN CULPA
AISLAMIENTO SORPRESA AGRADECIMIENTO EUFORIA
FRUSTRACIÓN AÑORANZA VERGÜENZA FASCINACIÓN
HUMILLACIÓN ASCO LÁSTIMA IMPACIENCIA
INCREDULIDAD ENVIDIA DESÁNIMO PÁNICO

¿Por qué es importante pararte a pensar y definir cómo te sientes?

La respuesta corta es: Porque es la única manera que tienes de saber lo que necesitas, lo que tienes que dejar de hacer porque te daña y lo que necesitas empezar a hacer para sentirte mejor.

Es decir, es un mecanismo de supervivencia, especialmente importante cuando se trata de reconocer, manejar y procesar emociones desagradables (y potencialmente bloqueantes) como el miedo, la rabia, el dolor, la soledad…

Mito: “Darle vueltas o hablar de lo que me preocupa no sirve para nada, sólo hace que todo parezca peor”.

Realidad: Intentar negar el miedo, el enfado o el malestar no sirve para nada.

  • No te preocupes, seguro que sale bien.
  • No pienses así hombre, que tienes muchas otras cosas buenas.
  • Por lo menos no te ha pasado X (cualquier cosa terrible que te parece peor que lo que le está pasando).
  • ¿Has probado a…?

Estas cosas no sólo se las decimos a otros. También son formas con las que nos intentamos tranquilizar.

emociones

Lo que dice la ciencia sobre la gestión de las emociones

Te cuento un experimento que abrió un nuevo paradigma en la comprensión de la psicología humana. y en concreto de la gestión emocional.

Pidieron a un grupo de 88 personas con miedo/fobia a las tarántulas que se acercaran poco a poco a una tarántula viva y libre y si podían que llegaran a tocarla. Dividieron a estas 88 personas en 4 grupos:

  • Grupo 1: Tenían que expresar lo más claramente posible lo que estaban sintiendo. Por ejemplo: “Qué asco, qué miedo me da este bicho feo y peludo, no quiero acercarme más, me da mucho miedo tocarlo”.
  • Grupo 2: Debían procurar tranquilizarse enfocándose lo menos posible en el miedo que sentían: “No pasa nada, no debería tener miedo porque no me puede hacer nada”.
  • Grupo 3: Este grupo tenía que hablar de algo totalmente distinto a lo que estaban viviendo: “Esta noche voy a cocinar macarrones. Tengo que preparar la maleta para el viaje de mañana…”.
  • Grupo 4: Las personas de este grupo fueron instruidas para mantenerse en silencio mientras se acercaban a la tarántula.

Una semana después les pidieron a las mismas personas que repitieran el experimento.

¿Qué grupo crees que redujo en mayor medida su miedo a las tarántulas?

Piénsalo. No sigas leyéndolo. Decídete por uno.

¿El 1? ¿El 2? ¿El 3? ¿El 4?

Con mucha diferencia el grupo número 1. Aquellas personas que durante la exposición hablaron y expresaron sin filtros el malestar que sentían, fueron capaces de acercarse más la segunda vez, con menor sensación de miedo y rechazo.

¿Por qué hablar de lo que nos pasa, con todo lujo de detalles es tan tremendamente útil?

Esta acción tan sencilla, que en psicología llamamos “etiquetado emocional” tiene como efecto colateral, que las personas tengamos más recursos para afrontar lo que le pasa. No sabemos exactamente por qué, aunque sí sabemos que el área del cerebro que se encarga de etiquetar y ponerle nombre a nuestra experiencia (emociones) es también el área que regula nuestras respuestas emocionales (es decir, nuestra reacción ante una emoción). Así que parece que estamos diseñados para que ambos mecanismos trabajen juntos.

Moraleja: Si puedes expresar lo que te pasa, aunque sea para ti mismo, estás automáticamente dándole herramientas a tu sistema nervioso para que reaccione mejor ante lo que sea que debe afrontar.

¡Alerta! No se trata de rumiar y rumiar

Una cosa es ponerle palabras a lo que sientes y expresarlo, y otra muy distinta es rumiar y darle vueltas una y otra vez.

Todos conocemos la diferencia entre contarle a un amigo, a un psicólogo o a una persona de confianza algo importante para nosotros con todo lujo de detalles y rumiar una y otra vez acerca de un tema.

Esta segunda manera de afrontar las emociones negativas se parece más a la rumiación obsesiva que puede ser o bien un mecanismo para no aceptar la realidad (no quiero aceptar que mi ex está en otra relación) o bien una forma de mantenerme en una posición de víctima desde la que no me responsabilizo de mi vida.

Ponerle nombre a las emociones es el primer paso para saber hacia dónde ir y es el primer paso para tener inteligencia emocional

Entonces, ¿cuál es el siguiente paso? Escuchar: ¿Qué información te quiere dar emoción?

Las emociones son como mensajeros, te avisan de que necesitas algo. Cada emoción trae un mensaje. Algunos ejemplos:

  • La tristeza: Has perdido algo (confianza, a alguien, seguridad, una esperanza…) y NECESITO: hacer un duelo, protegerme, cuidarme, descansar, aceptar las limitaciones de la vida, de la salud, de las personas…
  • La alegría: Algo bueno ha ocurrido, algo has conseguido, has podido apreciar algo en tu vida y NECESITAS: expresarla, disfrutarla, recordarla…
  • El miedo: Sientes una amenaza ante un peligro real o imaginado y NECESITAS: Identificar si ese miedo es real o imaginado. Protegerte, identificar tus recursos, buscar confianza en ti mismo/a.

Empieza a ejercitarlo:

Una vez al día para un segundo y pregúntate:

¿Cómo me siento? ¿Por qué me siento así? ¿De qué me informa esta emoción?

Me siento:

  • Ejemplo: Decepcionado                                                      

Creo que me siento así porque:

  • Ejemplo: Siento que no se valoran mis esfuerzos y no se tiene en cuenta mis sentimientos

Lo que necesito es:

  • Ejemplo: Expresar esto a quien sea relevante. Aceptar que a veces en la vida otros no me pueden/quieren/deben dar lo que yo quiero. Encontrar esa valoración y empatía en mí.

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