¿Sabes poner límites?
El dependiente siente: “Yo sólo no puedo, me rompo, me angustio, me deprimo, me pierdo”.
El codependiente siente: “Sin mí no puede, se rompe, se angustia, se deprime, se pierde”.

Tengo una paciente que en una de las primeras consultas me dijo que: “por favor, no le dijera que lo que le pasaba era que se tenía que dedicar tiempo a sí misma”. Se lo había dicho otro psicólogo en alguna ocasión, pero era un mensaje que le rechinaba. Algo de eso habría, eso seguro, pero capté el mensaje: “no me va el tema de ponerme yo primero, cuidarme para cuidar a otros y esas cosas que dice todo el mundo”. Hice una nota mental y seguimos la consulta con normalidad.
Muchos desconfiamos un poco de los mensajes excesivamente simples e “instagrameros” que llaman a ponerse a uno mismo en primer lugar siempre y ante todo y que promueven un “autocuidado” lleno de baños de espuma, masajes y caprichos.
Muchos de nosotros sentimos internamente que, en el cuidado de otros, en la entrega y en las relaciones de solidaridad y generosidad es donde realmente uno se siente realizado. Y tenemos toda la razón, la ciencia nos ha demostrado que estamos en lo cierto. Sin embargo, en este artículo me gustaría abordar aclarar algunas ideas que están instaladas y son fuente de mucho sufrimiento.
Mientras que podemos rechazar un individualismo que igualamos a egoísmo, no se habla suficiente del extremo contrario, donde uno desaparece en el otro de manera insana. Se abanderan la bondad y la generosidad mal entendidas y se acaba cayendo en una actitud de codependencia.
Todavía hoy, sobre todo a las mujeres se nos anima a no poner límites, a ser serviciales y facilitadoras. Por otro lado de otra manera no tan “antigua” se nos anima a poder con todo y con todos. Poner límites adecuados, ni demasiado rígidos ni demasiado laxos es una necesidad que requiere cuidado y constancia si se quieren tener relaciones sanas. Este artículo se centra en esas veces en las que los límites se vuelven demasiado laxos.
Pequeño recordatorio, los límites existen, todos los tenemos y todos los necesitamos, queramos verlos o no. Identificar, expresar y proteger nuestras necesidades no es algo optativo. Identificar, escuchar y respetar los límites de otros es la única manera para relacionarnos con verdadera intimidad, generosidad y amor.

¿Qué es la codependencia?
La codependencia es un patrón de conducta persistente y constante en el que la persona se responsabiliza de los demás: de su bienestar, de sus emociones, de sus decisiones y de las consecuencias que estas tienen en su vida. Una persona codependiente tiende a hacer por otros lo que estos podrían y/o deberían hacer por ellos mismos. Las personas codependientes:
- Pueden parecer personas súper eficaces, resolutivas y disponibles.
- Constantemente están volcados en otros resolviendo sus problemas y aconsejándoles.
- Frecuentemente se sienten cansadas, resentidas, enfadadas porque sienten que demasiado depende de ellas.
- No piden ayuda y les cuesta mucho aceptarla si se la ofrecen.
- Se sienten culpables si no pueden resolver los problemas de otros.
- Sienten las dificultades de los demás como si fueran suyas.
- Necesitan controlarlo todo y aunque están agotadas no delegan o permiten que otros asumen responsabilidades y tomen decisiones.
En resumen, la codependencia se manifiesta en la necesidad compulsiva (en el sentido de que no es libre) de ayudar, aconsejar, solucionar o resolver los problemas y las vidas de los demás. Las personas codependientes necesitan consciente o inconscientemente sentirse imprescindibles y controlar al máximo las situaciones.
Por supuesto, todos nos sentimos bien cuando somos de ayuda, cuando podemos mejorar la vida de otros (sobre todo de nuestros seres queridos) y cuando alguien confía en nosotros. Esto no tiene nada de malo. Pero hay una diferencia clara entre cuidar de otros amorosamente y asumir un lugar que no nos corresponde y que en el largo plazo deteriora las relaciones, la calidad de vida y bloquea la verdadera intimidad con otros.
Una conducta adictiva:
Si no puedo decir que no, no estoy diciendo que sí.
Igual que la persona dependiente no es libre ya que necesita de otro para poder llevar a cabo las funciones más básicas, la persona codependiente necesita de ese otro dependiente para sentirse valioso.
- El dependiente dirá: “Yo sólo no puedo, me rompo, me angustio, me deprimo, me pierdo”.
- El codependiente dirá: “Sin mí no puede, se rompe, se angustia, se deprime, se pierde”.
Con esta verdad por bandera, el codependiente se verá “obligado” a hacerse cargo de los demás y de lo demás como única opción. Como decía antes, a veces la codependencia se camufla en una actitud de súper efectividad y eficiencia en todas las áreas de la vida:
- En el trabajo: el que siempre está disponible y puede con todo. Se responsabiliza de que todo salga en muchas ocasiones por no poner límites, ser claro y evitar el conflicto.
- En las relaciones sociales: el que siempre organiza, se amolda, se encarga de los regalos de cumpleaños, escucha en cualquier momento y a cualquier hora, pero nunca o casi nunca se deja cuidar y ayudar por sus amigos.
- En la familia: el que nunca necesita nada ni quiere nada, se responsabiliza del bienestar de otros que pueden y deben hacerse cargo de sus propias vidas.

Signos de alarma:
¿Cómo saber si estás actuando de manera generosa y amorosa o estás rozando el comportamiento codependiente?
Normalmente los signos de alarma son dos:
Incapacidad para elegir otra manera de actuar: Cuando te imaginas delegando o no adelantándote a las necesidades de los demás, permitiéndote de manera saludable centrarte en ti, sientes ansiedad, malestar o culpa. Tu cabeza empieza a fabricar pensamientos automáticos que eviten el cambio: “No me cuesta nada”, “si no lo hago yo no lo hará nadie”, “si no lo soluciono y las consecuencias son graves no me lo perdonaré nunca”, “voy a encargarme pero un poco menos”, “el/la pobre X bastante tiene”. También puede ser que dejar de “hacer” tanto deje un vacío que parece gritar: “si no soy necesario/a, ¿para qué sirvo?”.
La valía personal está tan ligada al ser útil para otros que, sin esa función, puedes sentir que tu existencia no tiene sentido. A los psicólogos nos puede pasar y debemos estar muy atentos a esta tentación de ser imprescindibles, cuidadores 24/7, empáticos cada minuto de nuestras vidas.
Agotamiento, desgaste, resentimiento, cansancio o incluso la enfermedad: Otro signo de alarma es la sensación de desgaste, agotamiento, resentimiento o frustración. No siempre en relación con la persona o la situación donde uno se está extralimitando (recordemos que el pobre X sin la persona codependiente no puede estar bien), pero sí en general en nuestra vida. Es muy frecuente que personas que actúan de manera totalmente codependiente en sus vidas acudan a terapia porque se sienten mal: tristes, solas y poco satisfechas. En muchos de estos casos es verdad que su entorno ha aprendido a ignorar sus necesidades y a aprovecharse de su “disponibilidad”, pero la persona no es consciente de hasta que punto colabora en este funcionamiento. En estos casos es muy frecuente la siguiente paradoja:
“Estoy agotado/a, no puedo más, necesito tiempo para mí, pero no puedo tenerlo porque todas estas personas/situaciones dependen de mí”. Es decir, el codependiente sigue en su posición de incapacidad para hacerse cargo de sí mismo, de poner límites y sufre mucho.

Todo lo que no se hace consciente, se vuelve compulsivo:
La codependencia es una forma de relacionarse con uno mismo y con los demás. Su origen está en cómo aprendimos a poner y aceptar límites, a identificar y satisfacer nuestras necesidades y a relacionarnos en la intimidad con otros. A veces hemos tenido un padre o una madre con esta forma de funcionar y la consideramos normal. Habitualmente las personas codependientes han encontrado esta forma de sentirse valiosas y no saben experimentar conexiones verdaderas con otros sin necesitar ser sus salvadores.
Las personas codependientes normalmente se sienten frustradas, mal tratadas por su entorno, insatisfechas, agotadas, ansiosas y eternamente ocupadas en las cosas de otros. La toma de conciencia de que uno funciona de determinada manera es clave.
Identificar hasta qué punto la dificultad para escuchar las propias necesidades tiene que ver con que necesitamos sentirnos valiosos, buenos e imprescindibles para así sentirnos queridos. No estamos siendo buenos y generosos cuando de manera sistemática ignoramos nuestras necesidades, estamos siendo codependientes.