Psicología & Psicoterapia

Cómo poner límites sin morir en el intento

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Cualquier persona que quiera tener relaciones sanas que se basen en la libertad y el respeto necesita aprender a poner límites. Si tienes dudas de qué es un límite y por qué son tan importantes mira este artículo.

“Ya…todo eso está muy bien. Me doy cuenta de que poner límites es importante pero, ¿cómo lo cambio? ¿Qué tengo que hacer? Lo entiendo, lo sé, pero no me sale.”

En otras palabras, lo que estamos diciendo es esto:

“Quiero poner este límite pero es muy difícil” = “Las consecuencias de poner este límite me asustan tanto que prefiero quedarme como estoy y dejar lo de poner límites para otros”.  

Más resumido aún: Mejor malo conocido que malo por conocer.

Poner límites

Es difícil poner límites y fundamental saber por qué:

Algunas de las razones son profundas y no se solucionan con un listado de “trucos”. Son fruto de heridas de apego, un autoconcepto frágil o el miedo al rechazo. Otras razones habituales son:

  1. Falta de práctica: a la hora de escucharte, de saber qué necesitas, cómo te sientes, qué te gusta y qué te hace daño.
  2. Ausencia de modelos en tu vida unida a una cultura heredada que sugiere que poner límites es hacer daño a otros, ser maleducado, egoísta o borde. Esta bienintencionada frase es el ejemplo perfecto: «Marta es la mejor persona del mundo, nunca dice que no, siempre está dispuesta a ayudar a todo el mundo”. En mi experiencia esta frase se suele entender muy mal. Equiparar el nunca decir que no con el ser buena persona es peligroso.
  3. Tener un tipo de personalidad que teme los conflictos y ser rechazado.
  4. Desconocimiento de herramientas concretas.

Ponte a practicar:

Lo primero, ten claro para qué quieres ponerlo. Da igual el cómo si no tienes claro el “para qué” quieres poner límites.

Necesitas ser plenamente consciente de las consecuencias que tiene la falta de límites en tu vida. ¿Te quita tranquilidad? ¿Te hace dudar de ti? ¿Te hace ir en contra de tus valores?

Para ganar claridad intenta contestar estas preguntas:

  • ¿Qué límite quieres poner?
  • ¿A quién necesitas ponérselo?
  • ¿Por qué necesitas poner/clarificar/reforzar este límite?
  • ¿Qué límite quieres poner?

Por ejemplo: “Quiero poder tener una vida personal fuera del horario laboral”. “Quiero evitar que otras personas tomen decisiones o hablen por mí”. “Quiero que me traten con respeto”.

  • ¿A quién necesitas ponérselo? ¿A ti mismo? ¿A otros?

No es lo mismo si el límite te lo tienes que poner a ti o a otros. Si son límites que necesitas definir y cumplir tú, a lo mejor necesitas dejar el móvil de trabajo a un lado cuando sales hacia tu casa, resistir la tentación de sentirte imprescindible o no consultar todas las decisiones de tu vida con otros.

Si son límites que necesitas ponerle a otros quizás necesitas ser claro con respecto a cómo quieres ser tratada por otros.

  • ¿Por qué necesitas poner/clarificar/reforzar este límite?

En psicología hay una máxima: “Sólo cambiamos cuando somos conscientes de las consecuencias que tiene en nuestra vida no cambiar”. Pero hay que estar atento a las ganancias secundarias. Por ejemplo: Una ganancia secundaria de no decir que no nunca es evitar el conflicto y caerle bien a todo el mundo.

Las consecuencias de mantenerse igual tienen que ser peores que el malestar natural de cambiar.

Una vez que tengas claro el qué, a quién y por qué, te pueden ayudar estas guías:

  1. Nombra lo que necesitas con una frase, clara y concisa: “Quiero limitar el tiempo que dedico a mi trabajo”. “Quiero decidir qué hago con mi tiempo libre los fines de semana”. “Quiero que otras personas no comenten acerca de mi peso”.  
  2. Elige la mejor manera (para ti) en función de la persona o la situación y ponla en práctica: Puede ser a través de tus palabras o de tus acciones. Puede ser por escrito, en persona o por teléfono.  También puede ser a través de lo que haces o dejas de hacer (dejas de ir a un sitio, te vas de vacaciones con alguien, etc).
  3. No pidas perdón antes, durante o después de poner el límite. No estás atacando a nadie y no eres más educado por empezar con: “Te parecerá una tontería, perdona que te moleste con esto, mil perdones por el problema que esto te pueda ocasionar”.
  4. Refuerza tu límite lo antes posible si es necesario: Como bien dijo una vez una paciente: “Ana, lo complicado es que no basta con poner el límite una vez. No es límite, son límites”. Si después de expresarte claramente vuelve a darse la violación del límite ponle atención lo antes posible. Aprovecha un simple: “como te comenté, si recuerdas te pedí, como sabes…”. Sobre todo con personas que llevan mal que otros les pongan límites, recordatorios periódicos son necesarios.
  5. No te lo tomes como algo personal: Muchas veces los demás no se saltan los límites por fastidiar si no por costumbre (o falta de costumbre a que les digas o digan que no). Como sabes la forma es importante y pensar que quien se salta tu límite te está faltando al respeto o te está tomando por tonto no te ayudará a mantener la calma para que puedas trasladar el mensaje de manera clara y eficaz.
  6. Apóyate en personas que tienen menos dificultad para poner límites para que sirvan como espejo y apoyo.

Y lo más importante. Lo más importante de todo. No pasa nada por ir probando. Cada vez saldrá un poquito mejor. Cada vez te sentirás más cómodo y como todo, es un aprendizaje.

PD: Este libro te puede gustar si quieres seguir leyendo algo más sobre el miedo a hablar desde tus necesidades.

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